Beber con palitos

“Si sólo hubiera una nota, no habría música. Si sólo hubiera un sabor, no habría satisfacción. Si se añade azúcar a un vinagre, se alcanzará la armonía universal de lo agridulce” (Yan Tzu, discípulo de Confucio).
Y una copa de vino contribuye a esa armonía conmovedora.

 La cocina del sudeste asiático invade el mundo. Y hay una reivindicación poderosa de la cocina china con su complejidad de sabores que sigue deslumbrando. El vino se elabora en China desde el siglo II a.C. Sin embargo, tanto en China como en Occidente el vino aún aparece poco como compañía de la cocina china. Se resuelve la cuestión con cerveza, té verde o vino de arroz.

 El vino es mucho más divertido, puede ser el máximo
aliado para resaltar la convivencia de sabores. Con platos chinos, viet, malayos, coreanos y ahsta, con las sutilezas niponas.

 La cocina o, mejor dicho, las cocinas asiáticas, en restaurantes o en pequeños lugares donde sirven bocados al estilo street food, comienzan a ser una
alternativa para los curiosos –especialmente los millenials foodies–, saturados de cervezas y hamburguesas supuestamente artesanales.

 En los vinos, según el cepaje o los assemblages, encontramos también la mezcla de estos cuatro sabores fundamentales que le gustan a Confucio, más un quinto sabor: el inefable y misterioso Umami, un concepto oriental, casi metafísico, sobre un sabor que reúne a todos pero que es algo más. El Malbec argentino lo tiene.

Las mejores alianzas

 Aunque apreciemos los diferentes estilos de Malbec argentino, la rica cocina oriental se abre a un mundo casi infinito de varietales blancos y tintos, de vinos rosados, de burbujas, de vinos tintos jóvenes y cosecha tardía, donde la dulzura se equilibra por la acidez. Con estos vinos, también en diferentes versiones –de Luigi Bosca, Petit Manseng de Terrazas o Solería de Zuccardi, entre otras aventuras–, ningún plato fogoso sucumbirá. Al contrario, bailan las palabras de Confucio.

 La cocina china se fusionó con otras en varias partes del ancho mundo, con resultados maravillosos, como la cocina Chifa, mezcla de china y peruana, o la cocina Nonya, mezcla de china y malaya, cuyas delicadezas pude apreciar en un reciente viaje a ese país. O esa feliz alianza Nikkei entre los tiraditos nipones peruanos. 

Por Elisabeth Checa.

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