«El despertar», de Alejandra Pizarnik. Maridada con «Beautiful world» de Colin Hay
El despertar
a León Ostrov
Señor La jaula se ha vuelto pájaro y se ha volado y mi corazón está loco porque aúlla a la muerte y sonríe detrás del viento a mis delirios
Qué haré con el miedo Qué haré con el miedo
Ya no baila la luz en mi sonrisa ni las estaciones queman palomas en mis ideas Mis manos se han desnudado y se han ido donde la muerte enseña a vivir a los muertos
Señor El aire me castiga el ser Detrás del aire hay mounstros que beben de mi sangre
Es el desastre Es la hora del vacío no vacío Es el instante de poner cerrojo a los labios oír a los condenados gritar contemplar a cada uno de mis nombres ahorcados en la nada.
Señor Tengo veinte años También mis ojos tienen veinte años y sin embargo no dicen nada
Señor He consumado mi vida en un instante La última inocencia estalló Ahora es nunca o jamás o simplemente fue
¿Còmo no me suicido frente a un espejo y desaparezco para reaparecer en el mar donde un gran barco me esperaría con las luces encendidas?
¿Cómo no me extraigo las venas y hago con ellas una escala para huir al otro lado de la noche?
El principio ha dado a luz el final Todo continuará igual Las sonrisas gastadas El interés interesado Las preguntas de piedra en piedra Las gesticulaciones que remedan amor Todo continuará igual
Pero mis brazos insisten en abrazar al mundo porque aún no les enseñaron que ya es demasiado tarde
Señor Arroja los féretros de mi sangre
Recuerdo mi niñez cuando yo era una anciana Las flores morían en mis manos porque la danza salvaje de la alegría les destruía el corazón
Recuerdo las negras mañanas de sol cuando era niña es decir ayer es decir hace siglos
Señor La jaula se ha vuelto pájaro y ha devorado mis esperanzas
Señor La jaula se ha vuelto pájaro Qué haré con el miedo
«Si mi vos muriera en la tierra», de Rafael Alberti. Maridada con «Shake it out» de Florence and the Machine.
Si mi voz muriera en tierra llevadla al nivel del mar y dejadla en la ribera.
Llevadla al nivel del mar y nombradla capitana de un blanco bajel de guerra.
Oh mi voz condecorada con la insignia marinera: sobre el corazón un ancla y sobre el ancla una estrella y sobre la estrella el viento y sobre el viento una vela!
Qué vergüenza carezco de monstruos interiores no fumo en pipa frente al horizonte en todo caso creo que mis hueso son importantes para mí y mi sombra los sábados de noche me lleno de coraje mi nariz qué vergüenza no es como la de Goethe no puedo arrepentirme de mi melancolía y olvido casi siempre que el suicidio es gratuito qué vergüenza me encantan las mujeres sobre todo si son consecuentes y flacas y no confunden sed con paroxismo qué vergüenza diosmío no me gusta Ionesco sin embargo estoy falto de monstruos interiores quisiera prometer como Dios manda y vacilar como la gente en prosa qué vergüenza en las tardes qué vergüenza en las tardes más oscuras de invierno me gusta acomodarme en la ventana ver cómo corre la llovizna corre a mis acreedores y ponerme a esperar quizás a esperarte tal como si la muerte fuera una falsa alarma.