En un contexto mediático atravesado por la era de las filtraciones, el periodista y escritor Santiago O’Donnell analiza cómo este fenómeno transformó la práctica periodística y redefinió la relación entre información, poder y ciudadanía.
En De Lejos No Lo Ves, O’Donnell repasó las conclusiones de su nuevo libro “Filtraciones: Periodismo, política y servicios”.
En diálogo con Ramón Indart, Santiago adelantó: “El libro resume mis 40 años de periodismo. Quería contar hacia dónde va el oficio en tiempos de fake news, redes sociales y posverdad”.
O’Donnell, quien mantuvo contacto directo con Julián Assange que trabajó en investigaciones como Wikileaks, Argenleaks y Panama Papers, destacó que las filtraciones se convirtieron en “el arma más efectiva que tenemos para exponer violaciones a los derechos humanos y hechos de corrupción”. Aunque advierte sobre sus riesgos y condicionamientos —“nunca es lo que parece, la mayoría provienen de gobiernos o agencias de inteligencia”— sostiene que cuando la información es verídica y de interés público, “la responsabilidad del periodista es publicarla”.
Uno de los casos recientes que analizó fue el de Spagnuolo, cuya filtración reveló un presunto esquema de coimas. “Antes de la filtración, solo diez o quince personas sabían lo que estaba pasando. Después, lo supo todo el país”, explicó. Para O’Donnell, la potencia de una filtración reside en que atraviesa grietas y prejuicios: “Si la denuncia la hiciera un periodista kirchnerista, quizá solo le creería el 20%. Pero cuando aparece una grabación con información precisa, la discusión cambia”.
El autor también cuestionó la idea de que toda filtración es una operación: “Toda nota periodística es una operación. Nadie te cuenta algo sin interés. Pero al final lo que importa es la verdad, no de dónde vino la filtración”. Por ende, asegura que los periodistas no deben convertirse en “sommelier de filtraciones”.
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