En el último programa del año, en Puerta Uno  realizamos un balance político de fin de año, atravesado por un escenario de reconfiguración del poder, tensiones económicas persistentes y un sistema político cada vez más binario.

 Para ese análisis, Astrid Pikielny y Luis Cortina convocaron a Gustavo Marangoni, politólogo y director de la consultora M&R Asociados, quien propuso una lectura del año y compartió su mirada sobre el Gobierno, la oposición y el sistema político en su conjunto.

 Marangoni apeló a una metáfora futbolera para describir el recorrido del Gobierno durante 2025. “Si el año hubiese sido un partido, tuvo dos tiempos. El primero duró diez meses y el segundo dos”, explicó. Siguiendo su análisis, en ese primer tramo el oficialismo tuvo “el arco asediado”, sin capacidad de avanzar con leyes en el Congreso y acumulando derrotas parlamentarias. En cambio, tras la victoria electoral, en el segundo tiempo el Ejecutivo recuperó la iniciativa: “Ahora es el Gobierno el que ataca el arco rival, con más eficacia que antes, pero sin toda la suerte a su favor”.

 En ese sentido, mencionó la media sanción del Presupuesto en Diputados como un logro político relevante, aunque incompleto. A pesar de negociaciones, concesiones y transferencias discrecionales de ATN, señaló que el oficialismo no logró avanzar en temas sensibles, lo que evidencia límites en su capacidad de construcción de consensos.

 Marangoni destacó además el respaldo internacional como un factor clave para estabilizar al Gobierno luego de un traspié político. “Después del gol que le hizo la oposición en la elección de la Provincia de Buenos Aires, apareció Messi jugando para el otro equipo, en la figura de la administración norteamericana”, graficó. Ese apoyo explícito de Estados Unidos, sostuvo, fue determinante para “dar vuelta el partido” y calmar a unos mercados que se mostraban escépticos respecto de la viabilidad del rumbo económico.

 De cara al cierre de 2025 y el inicio de 2026, el politólogo marcó una diferencia clara entre el plano político y el económico. “En términos políticos el Gobierno termina mejor, pero en términos económicos la agenda va a seguir siendo delicada”, advirtió. Como ejemplo, mencionó el cambio en las bandas cambiarias anunciado por el Ejecutivo, luego de haberlo negado apenas días antes: “La realidad te va obligando a tomar decisiones que no querías. A veces la necesidad te obliga. Son muchas herejías las que cometen los gobiernos”.

 Al analizar a la oposición, Marangoni sostuvo que “el peronismo está mal, pero no tan mal”. Está debilitado por la falta de ideas, de autocrítica y por dirigentes “con demasiadas cicatrices”, pero conserva una ventaja central: “Tiene la patente de ser la oposición”. En un escenario donde Milei genera altos niveles de rechazo, el peronismo sigue funcionando como referencia para quienes se oponen al Gobierno, aunque eso no garantice una candidatura competitiva ni un liderazgo unificado en 2027.

 En esa línea, señaló el desgaste del kirchnerismo fuera del Área Metropolitana de Buenos Aires y advirtió que, para cualquier alternativa opositora, “probablemente convenga no ser kirchnerista, pero tampoco ser anti”. Según Marangoni, las elecciones volvieron a confirmar que las terceras vías carecen de fuerza real: “Se puede ser moderado, pero dentro de alguno de los dos polos. No como una autonomía”.

El analista también se refirió al impacto del liderazgo de Javier Milei sobre el sistema político tradicional. El jefe es Milei, y la suerte del PRO ya está rifada”, afirmó. «En un contexto binario, remarcó, no hay margen para terceras vías».

 Sobre el plano ideológico, Marangoni sostuvo que hoy pesa más la identidad justicialista que la identidad peronista tradicional y llamó a disputar el concepto de justicia social. “El Gobierno dice que la justicia social es un robo y esa provocación no tiene respuesta en términos intelectuales”, señaló, y planteó que el desafío del peronismo es resignificarla con categorías del siglo XXI.

 Finalmente, trazó una mirada histórica para relativizar la novedad del fenómeno Milei. Si bien reconoció su carácter disruptivo, su estética y su lenguaje, afirmó que el programa económico no es nuevo. “La historia no se repite, pero rima”, dijo, y recordó que la política oscila desde hace siglos entre momentos en los que el Estado es visto como solución y otros en los que es considerado el problema.

 A modo de cierre, Marangoni fue contundente en su diagnóstico sobre el liderazgo presidencial: “La capacidad política de Milei es muy superior a su capacidad económica. El político superó al economista”. Entendió que la baja de la inflación fue concebida como un objetivo político central y que ese logro dejó al peronismo aún más “perchado” a un régimen de alta inflación, asociado a una imagen de ineficacia. “Comprender a Milei no es justificarlo —concluyó—, es el paso indispensable para construir una alternativa superadora”.

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