La caída en las tasas de vacunación encendió señales de alarma en todo el sistema de salud. Con enfermedades que habían sido controladas y que hoy vuelven a aparecer —como el sarampión—, crece la preocupación por el impacto que puede tener un retroceso en la inmunización colectiva.

En esta edición de Ya no hay vuelta atrás conversamos con el Dr. Conrado Estol, médico graduado en la UBA, reconocido científico y uno de los especialistas más didácticos a la hora de explicar fenómenos complejos de la medicina al público general.

En diálogo con Claudio Gurmindo y Fernando Heredia, Estol analizó la ola de desinformación que se fortaleció durante la pandemia y que hoy sigue alimentando los discursos antivacunas. Explicó que el rechazo a la vacunación “no nació en 2020”, pero que el desarrollo acelerado de las vacunas contra el COVID-19 —y los 11 mil millones de dosis aplicadas en un año— reavivaron teorías conspirativas que nada tienen que ver con evidencia científica.

Estol también advirtió sobre el peligro real que implica la caída de la cobertura. Para lograr inmunidad colectiva, recordó, alrededor del 90% de la población debe estar vacunada, especialmente porque siempre habrá personas que por cuestiones médicas no pueden recibir las dosis. Cuando ese porcentaje baja, el virus encuentra espacio para circular y reaparecen enfermedades graves.

Los resultados históricos son contundentes. “En 25 años, la vacuna del sarampión evitó 50 millones de muertes”, señaló. Y cada año, la vacunación infantil previene 5 millones de fallecimientos en el mundo; serían un millón y medio más si la cobertura fuera completa.

Conrado también reflexionó sobre la labor de las redes sociales en la propagación de las teorías conspirativas. «El ser humano tiende a adherir y a dejarse convencer más por lo provocativo más que por el dato científico», explicó.

Por último, Estol sostuvo que la mayor regulación de contenidos mediante inteligencia artificial podría, en algún momento, frenar la circulación de desinformación peligrosa. Y remarcó que los gobiernos —salvo EE.UU. que no es ejemplo hoy en día en materia de salud pública— están cada vez más preocupados por fomentar la vacunación y evitar que retrocesos actuales deriven en crisis sanitarias futuras.

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