Finalmente, la Justicia decidió liberar al policía responsable de la muerte de Thiago Correa, el nene de 7 años baleado en la cabeza mientras esperaba el colectivo en una parada de Ciudad Evita.
La determinación judicial deja una sensación de desolación total. Primero, ante la inseguridad. Después, frente a las ambiciones políticas que terminaron por devorar cualquier atisbo de humanidad.
Antes de que su muerte fuera oficialmente confirmada, Thiago pasó de ser una víctima a convertirse en rehén de la disputa entre Nación y Provincia. De un lado, la inoperancia de Kicillof ante una crisis de seguridad evidente; del otro, la fría reacción de Bullrich, más preocupada por capitalizar el hecho que por comprender su gravedad.
Según el lugar que se ocupe en la grieta, una verdad tapa a la otra. Pero ambas verdades —el descontrol policial y el abandono estatal— conviven en una dolorosa armonía.
Nadie cree que el policía Facundo Fajardo haya querido matar a un nene. Pero tampoco hay dudas de que actuó con una irresponsabilidad inaceptable. Su deber era proteger, y en cambio vació el cargador sobre una amenaza que ya escapaba. Terminó matando a un inocente.
El juez y el fiscal coinciden en que hubo un exceso en la legítima defensa: un homicidio. Para el juez, sin intención. Para el fiscal, con conocimiento de que disparar de ese modo podía terminar en tragedia.
En cuanto a los delincuentes que lo asaltaron, aquellos a quienes Bullrich intentó responsabilizar por la muerte de Thiago, seguirán detenidos, imputados por tentativa de robo agravado. Podrían recibir hasta diez años de prisión.
Fajardo, en cambio, irá a juicio en libertad. Una de cal y una de arena para él. El juicio definirá su futuro mientras carga con el peso de una vida que no podrá devolver, como su padre cargó a Thiago en brazos durante sus siete años.
Nada de lo que digan sus defensores o detractores en el mundo de la política podrá cambiar eso.
Mientras tanto, los padres de Thiago —los únicos que no eligieron estar en esta guerra— suplican por una justicia sin grietas para su hijo.
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