En este Shot de Inspiración, Carolina Amoroso compartió la columna de Irene Vallejo titulada «Me erotiza la gente buena».
Para maridar este texto que es una oda a la bondad: «I don´t want to wait» de Paula Cole. Canción vinculado a la serie «Dawson´s Creek», que aborda estos temas.
«La lógica de la competición a ultranza nos exige convertirnos en triunfadores.
Mil veces escuchaste la advertencia: quienes te rodean son rivales. Se aprovecharán de ti. Enseña los dientes, jamás te muestres débil.
Eres demasiado ingenua, vas con un lirio en la mano. No sabes poner límites. Como si el problema fuera tuyo.
Como si la bondad fuese una deficiencia del carácter, una insignia de perdedores.
Hace casi 25 Siglos el historiador griego Tucídides
diseccionó esta contradicción con afilada lucidez:
“La mayoría de los hombres prefieren que lo llamen listos por ser unos canallas,
a que los consideren necios por ser honrados.
De esto último, se avergüenza.
De lo otro, se enorgullece”
Tras siglos de fascinación por el misterio y el imperio del mal,
nuestras historias sobre gente bien intencionada se cuentan en clave cursi o renegada. Incluso paródica
Salvo en las monsergas a los niños que incordian, “Portate bien”!
O agazapados en la sobredosis de almíbar navideño,
la bondad tiene una reputación aburrida, insulsa, moralizadora y pusilánime.
Se elogia esporádicamente pero se devalúa por sistema
Pese a los disimulos y tapujos intencionales, nadie se engaña.
Lo deseable de verdad es el liderazgo arrogante, carismático y con colmillos.
Desde las redes sociales en las encuestas electorales se premia la agresividad.
La guerra de todos contra todos es ortodoxia.
La victoria sobre el prójimo es la medida de todas las cosas
La evolución surge de una lucha feroz por la supervivencia
Sin embargo, incluso Charles Darwin,
reconoció que la empatía hacia los demás es tan intuitiva como el egoísmo.
(…)
La bondad asusta porque nos vuelve conscientes de la vulnerabilidad ajena y de la propia
No queremos afrontar la fragilidad acechante de nuestros cuerpos.
Preferimos el ideal de suficiencia, menos promiscuo, que promete fortaleza e independencia al precio de aislarnos.
Por eso, nos obsesionamos con encontrar la seguridad en el éxito
Y en esa carrera despiadada negamos la alegría y el disfrute de nuestros actos generosos. Reprimimos nuestros instintos, nos refrendamos.
En un océano de islas amuralladas sin tacto ni contacto, la bondad acabará por ser nuestro placer prohibido”
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