La tensión más visible estuvo en el PRO, que sufrió la salida de ocho diputados hacia La Libertad Avanza. El éxodo dejó al bloque amarillo reducido a 15 miembros y colocó a su jefe, Cristian Ritondo, en una posición incómoda: fue uno de los principales impulsores del acuerdo electoral con los libertarios en la Provincia y hoy paga el costo político de ese acercamiento. En el partido no disimulan el malestar por la estrategia del oficialismo, que sigue tentando a figuras cercanas a Patricia Bullrich.
La Libertad Avanza, con Romina Diez como articuladora, también busca sumar a otros legisladores como Alejandro Bongiovanni o José Nuñez, una avanzada que profundiza las tensiones entre aliados recientes. En este contexto, el PRO resolvió no conformar un interbloque con los libertarios, una señal política que expresa el enojo por la “caza” de diputados y que además impidió a LLA quedarse con la primera minoría.
Del otro lado del mapa, el peronismo atraviesa su propio temblor interno. Gobernadores como Raúl Jalil y Osvaldo Jaldo dejaron trascender que evalúan romper el bloque. La situación se aceleró tras el anuncio de Javier Noguera —referenciado en el kirchnerismo duro— de que se incorporará al Bloque Independencia junto a Jaldo, decisión que debilita al peronismo y refuerza la negociación directa con la Casa Rosada, por fuera de la órbita de Cristina Kirchner. Catamarqueños y santiagueños podrían seguir la misma línea a través de un interbloque propio, argumentando que “las provincias tienen otras necesidades que el kirchnerismo duro no tiene”.
Si estas rupturas se concretan, el peronismo podría perder la primera minoría en Diputados, abriendo un escenario de mayor fragmentación y un Congreso aún más imprevisible. Para muchos, es solo el comienzo de una serie de reacomodamientos que podrían profundizarse en las próximas semanas.
