EL CASO THIAGO CORREA Y LA FALTA DE RESPUESTAS; POR CECILIA DI LODOVICO

EL CASO THIAGO CORREA Y LA FALTA DE RESPUESTAS; POR CECILIA DI LODOVICO

Finalmente, la Justicia decidió liberar al policía responsable de la muerte de Thiago Correa, el nene de 7 años baleado en la cabeza mientras esperaba el colectivo en una parada de Ciudad Evita.

La determinación judicial deja una sensación de desolación total. Primero, ante la inseguridad. Después, frente a las ambiciones políticas que terminaron por devorar cualquier atisbo de humanidad.

Antes de que su muerte fuera oficialmente confirmada, Thiago pasó de ser una víctima a convertirse en rehén de la disputa entre Nación y Provincia. De un lado, la inoperancia de Kicillof ante una crisis de seguridad evidente; del otro, la fría reacción de Bullrich, más preocupada por capitalizar el hecho que por comprender su gravedad.

Según el lugar que se ocupe en la grieta, una verdad tapa a la otra. Pero ambas verdades —el descontrol policial y el abandono estatal— conviven en una dolorosa armonía.

Nadie cree que el policía Facundo Fajardo haya querido matar a un nene. Pero tampoco hay dudas de que actuó con una irresponsabilidad inaceptable. Su deber era proteger, y en cambio vació el cargador sobre una amenaza que ya escapaba. Terminó matando a un inocente.

El juez y el fiscal coinciden en que hubo un exceso en la legítima defensa: un homicidio. Para el juez, sin intención. Para el fiscal, con conocimiento de que disparar de ese modo podía terminar en tragedia.

En cuanto a los delincuentes que lo asaltaron, aquellos a quienes Bullrich intentó responsabilizar por la muerte de Thiago, seguirán detenidos, imputados por tentativa de robo agravado. Podrían recibir hasta diez años de prisión.

Fajardo, en cambio, irá a juicio en libertad. Una de cal y una de arena para él. El juicio definirá su futuro mientras carga con el peso de una vida que no podrá devolver, como su padre cargó a Thiago en brazos durante sus siete años.

Nada de lo que digan sus defensores o detractores en el mundo de la política podrá cambiar eso.

Mientras tanto, los padres de Thiago —los únicos que no eligieron estar en esta guerra— suplican por una justicia sin grietas para su hijo.

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LA HERENCIA DE BEATRIZ SARLO Y EL CUENTO DEL ENCARGADO; POR CECILIA DI LODOVICO

LA HERENCIA DE BEATRIZ SARLO Y EL CUENTO DEL ENCARGADO; POR CECILIA DI LODOVICO

Si el episodio del portero y Beatriz Sarlo fuera un cuento, sería simple, bello, y hasta arrancaría más de una sonrisa.

«Quedás a cargo de mi departamento después de mi muerte, y también quedás a cargo de mi gata Niní, que te aprecia tanto como te aprecio y valoro yo», dice, con sencillez, el supuesto testamento: una nota escrita a mano, con birome.

Si ese documento es real, Sarlo dejó plasmada —con muy pocas palabras— la gran obra de su vida. Imaginémosla como una picardía post mortem que terminó catapultándola al gran público, lejos de los libros y más cerca de LAM.

En ese caso hipotético, parece poco probable que desconociera que su decisión despertaría un escándalete digno de los programas vespertinos.

Enfrascados en nuestra burbuja cultural, no habíamos reparado en que a la reconocidísima Sarlo le faltaba un último territorio por conquistar: la intimidad de la masividad.

Y fue esta semana, con esta inesperada novedad, que Sarlo llegó a los programas de la tarde, donde los conductores contaron —con pasión— una trama que tiene un villano con nombre perfecto para un cuento: el portero Melanio Alberto Meza.

Todo comenzó cuando amigos de la intelectual se alarmaron al ver en venta los discos del cineasta Rafael Filippelli, última pareja de Sarlo, ya fallecido.

Se entiende eso de aferrarse a lo material. Pero, ¿había pedido la pareja mantener a salvo esos discos? ¿O habrían querido que cumplan otra función más allá del recuerdo inerte? ¿Habrían querido que vuelvan a sonar? ¿Significaban algo para ellos?

¿Somos ideas o somos cosas? ¿Dejamos una huella material o conceptual? Pensamientos demasiado profundos para debatir un sábado a la tarde, pero inevitables en este caso.

También fueron sus propios amigos quienes nos tranquilizaron al informar que la obra de Sarlo —esa que ella misma quería que perdure— está a salvo y en buenas manos.

En el medio quedó herido el marido, Alberto Sato, quien se presentó como heredero al conocer la pretensión de Meza.
La Justicia fue clara: un rotundo no con todas las de la ley. Estaban separados de hecho hace más de 50 años. Ningún juez puede reescribir el Código Civil para sacar del medio a un portero.

Ahora bien, si la nota no fuera real —algo que un peritaje definirá—, y si todo se tratara de un plan cruel para usurpar la casa de Sarlo, hay que decir que Meza, con sus supuestas malas intenciones, nos regaló una curiosa pero efectiva forma de volver a poner en escena a la ensayista: una de las analistas más importantes y lúcidas de este complejo pero animado país, que hoy la tiene —una vez más— como protagonista.

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SEGURIDAD FRENTE AL DESAFÍO DE LA PRISIÓN DE CFK; POR CECILIA DI LODOVICO

SEGURIDAD FRENTE AL DESAFÍO DE LA PRISIÓN DE CFK; POR CECILIA DI LODOVICO

Esta semana estuvo signada por el bombazo de la prisión CFK, que finalmente será domiciliaria. CFK, dos veces presidenta, una vice y una indiscutida protagonista de la política argentina, ahora de la oposición, con un intento de homicidio a cuestas, no será nada fácil de custodiar.

La novedad también generó pequeños estallidos, movilizaciones y cortes en diferentes accesos a la capital federal, por ahora, el protocolo antipiquetes queda a un lado para evitar un mal mayor.

No será de extrañar que los sectores cirstinistas más férreos intenten algún tipo de golpe de efecto violento como el ataque al edificio de TN y canal 13. Los panfletos que sobrevolaron en la puerta de Paseo Alcorta con una amenaza en relación al encierro de Cristina en la sede de PFA en Cavia, es otro ejemplo que, esperemos, quede en espuma.

Tapado por CKF quedó otro hecho preocupante: la muerte de Thiago Correa, el nene de 7 años baleado por un policía federal que se defendía de un robo. También mató a un ladrón con los 11 tiros que disparó de su arma reglamentaria.
El policía, Facundo Fajardo, recibió el respaldo de Bullrich y el caso puso sobre la mesa, una vez, más, la inseguridad en el conurbano.

Fajardo, cuando fue abordado por los 4 ladrones, estaba con su mamá a la parada de colectivos en Ciudad Evita. Según transmitieron sus compañeros, la mujer lo solía acompañar por miedo a los robos en la zona.

En cambio Thiago, iba en hombros de su papá, contento y en camino a la casa de su mamá con quien nunca puedo encontrarse.

¿Debería ser encarcelado el policía? ¿Debería estar en su casa?

Son preguntas que deja el caso sobre el mesa y que deberán ser discutidas no solo por la política si no también por la sociedad.

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¿TIENE ARGENTINA LA TASA DE HOMICIDIOS MÁS BAJA DE SUDAMÉRICA?; POR CECILIA DI LODOVICO

¿TIENE ARGENTINA LA TASA DE HOMICIDIOS MÁS BAJA DE SUDAMÉRICA?; POR CECILIA DI LODOVICO

Permítanme dudar. No por capricho, ni por desconfianza gratuita. Mucho menos por una intención meramente destructiva. Dudar, en todo caso, es una obligación del periodismo y un ejercicio que no deberíamos perder de vista.

Entonces, vale la pregunta: ¿son confiables las cifras que publicó esta semana el Ministerio de Seguridad sobre la cantidad de crímenes registrados en el país durante 2024?

Qué dicen los números

Según la cartera que encabeza Patricia Bullrich, Argentina registró una tasa de homicidios de 3,8 cada 100.000 habitantes. En total, 1.803 personas fueron asesinadas en 2024, lo que representa una baja del 11,9% respecto al año anterior. Si se observa solo el primer trimestre del año, se contabilizaron 507 homicidios, frente a los 561 del mismo período de 2023, lo que implica una reducción del 9,6%.

¿Por qué importan las estadísticas?

Porque son la base sobre la que se diseñan las políticas de seguridad. Si las estadísticas no son confiables, las estrategias tampoco lo serán. En esta línea, bajo la conducción de Alejandra Monteoliva, el Ministerio implementó planes como Bandera, 90.10 y Güemes, diseñados para responder a problemáticas regionales con una distribución de recursos más estratégica y menos azarosa.

¿Cómo se construyen los datos?

Hasta aquí, todo parece en orden. Pero cuando uno empieza a mirar de cerca el proceso de construcción de esas estadísticas, surgen algunas sombras.

Los datos no provienen directamente del Ministerio Nacional: son las provincias las encargadas de recolectarlos y elevarlos. Esto ya plantea un primer signo de interrogación. ¿Hay uniformidad en los criterios de medición? ¿Cuánto inciden factores políticos en la decisión de una provincia de reportar –o no– ciertos datos?

Varios medios difundieron rankings de las provincias más y menos violentas. Pero según algunas fuentes, estos números no siempre reflejan con fidelidad la realidad, ya que hay jurisdicciones que “hacen bien las cosas” y, sin embargo, figuran mal paradas simplemente por informar con mayor precisión.

Lo que dice el Ministerio

Consulté sobre este punto al director de Inteligencia Criminal del Ministerio, Marco Antonio González, para entender cómo se armonizan las estadísticas entre distritos.

Me explicó que existe el Sistema Nacional de Información Criminal, que cuenta con manuales y glosarios para estandarizar definiciones y metodologías. Además, cada provincia y fuerza federal cuenta con enlaces técnicos que trabajan con el Ministerio para unificar criterios. Se les brindan capacitaciones, apoyo técnico y participan de una comisión federal permanente, que se reúne varias veces al año para consensuar cambios y mejoras.

Sobre las fuentes primarias de información, González precisó:

“La fuente es siempre la toma primaria de la denuncia o hecho. En la mayoría de los casos, esa toma la realiza la policía o una fuerza federal. En algunos casos, los ministerios públicos también participan, cuando tienen sistemas propios para recibir denuncias”.

Lo que no termina de cerrar

Aun con estos mecanismos, no termina de quedar claro cuán “puro” es el dato que cada provincia remite al sistema nacional. Hay margen para la discrecionalidad, y por lo tanto, también para la manipulación, aun si no es intencional.

Es cierto que el panorama es mucho más transparente que durante el apagón estadístico del kirchnerismo, cuando la política de seguridad parecía resumirse en: “Si no se ve y no se habla, no existe”. Una lógica de invisibilización que, de hecho, algunos distritos aún replican.

Pero más allá de los avances, la pregunta sigue abierta: ¿podemos confiar plenamente en los números?
Dudar, al fin y al cabo, no es desconfiar por deporte. Es una forma de estar atentos.

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